Francisco Reynes cumple en febrero de 2019 un año al frente de Naturgy, una época en la que el presidente de la multinacional energética ha marcado un nuevo rumbo para esta compañía, que ha potenciado su perfil eléctrico y se ha volcado en la rentabilidad y la remuneración al accionista.
Procedente de Abertis, donde fue consejero delegado de 2010 a 2018, Reynés tomó el mando en la multinacional y cambió por completo la estructura directiva de la compañía, ya que agrupó las figuras de presidente, ejercida por Isidro Fainé, y de consejero delegado, en manos de Rafael Villaseca.
Tras estudiar durante unos meses el funcionamiento de la gasista, Francisco Reynes redujo a 12 miembros el tamaño del consejo de administración, suprimió la comisión ejecutiva y recortó también el número de áreas de negocio, para simplificar la estructura y hacerlas más autónomas.
Tras ese cambio interno, llegó otro que afectaba a la imagen externa. Tras 175 años de historia bajo el nombre de Gas Natural, Reynés anunció en la Junta General de Accionistas de junio de 2018 que la compañía se pasaría a llamar Naturgy, con el fin de buscar una denominación más corta e internacional, y para dejar claro al mismo tiempo que no era solo una compañía gasista, sino una energética.
Pero el verdadero nuevo rumbo de la multinacional se dio a conocer un día después en Londres, con la presentación del plan estratégico hasta 2022. Allí Reynés anunció la subida de un 30 % el dividendo ya en 2018, y hasta un 59 % en 2022, un factor que ha contribuido a impulsar a Naturgy en el IBEX 35 desde entonces.
Y es que, aunque el primer accionista sigue siendo CriteriaCaixa, con un 25,5 %, los fondos tienen un importante peso en el capital de la multinacional, con un 40,1 % del accionariado, del cual un 20 % corresponde al fondo GIP y el otro 20,1 % al fondo de capital riesgo CVC, de la mano de Corporación Alba.
También ese día se dio a conocer otra clave que ha marcado los resultados de 2018 del grupo, ya que Reynés tomó la decisión de llevar a cabo una amplia depreciación de una serie de activos de generación de electricidad, como las centrales nucleares, las de carbón o las de ciclo combinado. Esa depreciación, por valor de 4.851 millones, ha provocado que la compañía cerrara el año con unas pérdidas por valor de 2.822 millones, frente a las ganancias de 1.360 millones de 2017, pero ha permitido hacer borrón y cuenta nueva a Naturgy.
En este contexto, Francisco Reynés avanzó que quería una multinacional con más peso “en electricidad y en servicios”, y reducir la dependencia del sector del gas. Precisamente en esta línea, Naturgy ha solicitado al Gobierno el cierre de las centrales térmicas de carbón de Meirama (A Coruña), Narcea (Asturias) y La Robla (León), unas instalaciones que deben estar paradas en junio de 2020.
En paralelo, la compañía ha anunciado que destinará 1.000 millones de euros hasta 2022 a potenciar el negocio de renovables en España, y también está reforzando su presencia en el extranjero, con un parque eólico en Australia y dos proyectos fotovoltaicos en Brasil.
El plan de Francisco Reynes pasa por volcarse en la rentabilidad de la compañía, cuyo negocio eléctrico debería crecer del 40 al 50 %, según el directivo, que aspira también a que el 70 % del negocio dependa de actividades reguladas, frente al 52 % actual.
Otro logro reseñable del primer año de Reynés al frente de Naturgy es que ha logrado renovar el contrato de suministro de gas con la argelina Sonatrach, un acuerdo clave para la compañía española.
El sello de Reynés se ha notado incluso en el calendario de la Junta General de Accionistas, que este año se ha fijado para el 5 de marzo, meses antes que en años anteriores.